El mayor fallo de la gestión es que ni los pescadores ni los gestores poseen los conocimientos necesarios para dirigir algo tan complejo como un ecosistema marino costero. El derecho a pescar no se debería basar en si uno dispone del dinero suficiente para comprarse un barco, sino en los conocimientos y la voluntad de trabajar en colaboración con los gestores y los científicos para hacer que la pesca sea sostenible. El derecho a pescar se debería ganar o perder según la voluntad de aceptar unos límites razonables a las capturas.

Paul Greenberg

28 de septiembre de 2014

Las declaraciones del Ministro y las cifras del sector público pesquero

En la edición de Octubre 2014 de la Revista Pesca:

La estadística de desembarques que muestra el cuadro anterior permite demandar una respuesta a la pregunta ¿cuál es la estrategia para incrementar el consumo de pescado per cápita?

Las cifras indican que los desembarques de productos pesqueros para consumo humano directo no muestran un incremento significativo desde el 2006.

El incremento del consumo implica, además, no solamente mayor extracción sino también mayor demanda.

El incremento de la extracción requiere de información científica que no se conoce, porque no se puede capturar más allá de límites científicamente definidos. La cantidad de pescadores existente, es decir la capacidad de esfuerzo pesquero real, ¿debe mantenerse, reducirse o incrementarse?
Por tanto, las declaraciones recientes de las autoridades peruanas pueden no ser necesariamente correctas.

Lea la sección " EL SECTOR PESCA EN CIFRAS" en la edición de Octubre de la Revista Pesca.



19 de septiembre de 2014

PROTEGIENDO LA ALTA MAR HOY ASEGURAMOS EL ALIMENTO DE MAÑANA.



Estamos aquí para recordárselo a la ONU, hace falta un acuerdo internacional.

Un océano en buen estado de salud es fundamental para toda la vida en la Tierra: nos proporciona alimento, agua potable, energía, medicamentos, la mitad del oxígeno que respiramos e incluso el lugar perfecto para muchas de nuestras vacaciones.

Pero durante demasiado tiempo hemos sacado de él demasiado pescado, lo hemos contaminado indiscriminadamente y hemos dañado hábitats y ecosistemas vulnerables del lecho marino. Estamos llevando nuestro sistema oceánico al borde del colapso y con ello ponemos en peligro nuestra propia salud y prosperidad.

El valor de los recursos marinos y costeros asciende a 3 billones de USD anuales, alrededor del 5% del PIB mundial; en todo el mundo, unos 350 millones de empleos están vinculados al océano, y el 97% de los pescadores vive en países en desarrollo.

Sin embargo, sin la correcta ejecución de una normativa sólida que proteja la vida en el océano, una minoría seguirá abusando de la libertad de la alta mar, saqueando las riquezas que se encuentran bajo las olas, llevándose más de lo que justamente le corresponde y beneficiándose a expensas del resto de nosotros, especialmente de los más pobres.

La buena noticia es que tenemos una oportunidad fantástica para cambiar las cosas. En septiembre de este año, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) empezará a debatir el futuro de la alta mar y el modo en el que ésta debería gobernarse. Esto no volverá a suceder en bastante tiempo, por lo que tenemos que aprovechar al máximo la oportunidad que ahora se nos presenta.

La alta mar, que se compone de aguas internacionales y cubre el 45% de la Tierra, nos pertenece a todos; sin embargo, en la actualidad parece un Estado fallido fuera de la jurisdicción de cualquier Gobierno. Nadie está asumiendo la responsabilidad general, lo cual tiene como alarmante consecuencia que la salud de todo el océano está sufriendo un grave declive.

Ha llegado el momento de ampliar el Derecho del mar para que cubra la parte azul oscuro de nuestro planeta. Necesitamos un nuevo acuerdo internacional (bajo la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, CONVEMAR) para garantizar la salud y la conservación del océano, así como el uso sostenible y equitativo de sus recursos.

Esto nos permitirá asegurarnos de que tendremos suficiente comida para todos, un acceso equitativo a nuevos medicamentos fabricados a partir de organismos de las aguas profundas para luchar contra el cáncer y otras enfermedades graves, resiliencia ante los peores impactos del cambio climático y la protección de los valiosos hábitats marinos frente a la actividad de las industrias destructivas.

El Secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, está comprometido con la salud y la protección del océano pero necesita nuestro apoyo para contar con el debido mandato en septiembre para hacer un llamamiento a los líderes mundiales para que elaboren este nuevo acuerdo.

Únete a nuestra misión para conseguir un océano sano y lleno de vida, y pida a Ban Ki-moon que haga un llamamiento a la protección de la alta mar y el restablecimiento de la salud del océano.
Vea el video en el siguiente link:


Fuente:


QUEDAN DIEZ DÍAS PARA ALZARSE POR LA SALUD DEL OCÉANO

por Cristina Narbona, Commissioner, Global Ocean Commission
Organizador de peticiones

Estimad@ amig@:

Gracias por firmar mi petición por la salud del océano. ¡Eres es una de las más de 218.000 personas que están pidiendo con fuerza la protección de la alta mar!

En menos de dos semanas, el 24 de septiembre, nuestra petición llegará a su punto álgido cuando los líderes mundiales se reúnan en Nueva York.

Tenemos que recordarles que queremos un océano mundial en buen estado de salud y adecuadamente protegido.

¿Puedes ayudarme a reunir 250.000 firmas?

Sólo nos quedan unos pocos días hasta que nuestros Comisarios y Copresidentes de la Comisión Océano Mundial entreguen nuestra petición global al Sr. Ban Ki-moon, Secretario General de las Naciones Unidas.

¡Ayúdame a darle a la petición un empujón final! Se han publicado nuevas versiones de la petición en La India y Japón, e incluso se han unido a nuestra causa varias personalidades que han lanzado sus propias peticiones en sus países de origen: Paulo Guilherme en Brasil, Hannes Jaenicke en Alemania y Yann Arthus-Bertrand en Francia.

¡Todas y cada una de las voces cuentan! Por favor, comparte esta petición con tus familiares y amigos por email, en Twitter y en Facebook. Restablecer la salud del océano es posible, y proteger la alta mar es fundamental para nuestra propia supervivencia.

Posibles tuits:

¡Ayuda a @GOceanC @CristinaNarbona a reunir 250.000 voces por la salud y la protección d #altamar y #océano! ¡Firma! http://goo.gl/MxIIoT

INICIATIVA: Petición para la #altamar de @GOceanC @CristinaNarbona. ¡Por favor, firma y RT! http://goo.gl/MxIIoT

Puedes hacer algo por el #océano AHORA: ¡PF firma la petición para la #altamar d @GOceanC @CristinaNarbona! http://goo.gl/MxIIoT


Para:
Ban Ki-moon, Secretary-General, United Nations
Estimado Secretario General:

Sé que Usted está personalmente comprometido con la salud y la protección del océano.

No necesito recordarle que el océano suministra la mitad del oxígeno que respiramos, o que miles de millones de nosotros dependemos de él para tener alimento, agua potable, energía, transporte y medicamentos, o incluso que cubre el 70% de la superficie de la Tierra y contribuye de forma decisiva a la existencia de vida en el planeta.

Y como valiosos recursos, como por ejemplo medicamentos, provendrán cada vez más del océano en el futuro, estoy seguro de que estará de acuerdo conmigo en que tenemos que garantizar que los recursos marinos se protegen y gestionan de forma responsable y justa, y que todos nos beneficiamos de este bien, común, incluyendo las generaciones futuras.

Tres mil millones de personas dependen del océano para su subsistencia. El valor de los recursos marinos y costeros asciende a 3 billones de USD anuales, alrededor del 5% del PIB mundial; unos 350 millones de empleos en todo el mundo están vinculados al océano, y el 97% de los pescadores vive en países en desarrollo.

Los científicos nos dicen que estamos empujando nuestro sistema oceánico al borde del colapso y, sin una gobernanza adecuada, estamos poniendo en peligro la seguridad alimentaria, la prosperidad global y la propia salud y el sustento de la humanidad.

Me consta que la Asamblea General de las Naciones Unidas debe tomar una decisión sobre si negocia o no un nuevo acuerdo sobre la protección de la alta mar durante el próximo período de sesiones, que empezará el 24 de septiembre de 2014.

Apoyo a los muchos Estados que ya han hecho un llamamiento a la adopción de un acuerdo de implementación bajo la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar que promueva el restablecimiento de la productividad del océano, lo proteja ante la explotación irresponsable, dé prioridad a la salud del océano, refuerce el reparto equitativo de los beneficios que genera y permita la creación de áreas marinas protegidas en alta mar para regenerar las poblaciones de peces.

En su discurso de apertura ante los líderes mundiales en la Asamblea General en septiembre, le ruego que añada mi voz a la de los millones de personas que quieren darle un mandato tanto a Usted como a los miembros de las Naciones Unidas para iniciar la negociación de un acuerdo que rija el uso sostenible y la conservación de la alta mar.

Ha llegado la hora de cuidar nuestro océano como se merece. Le ruego que reclame la adopción de un nuevo acuerdo en favor de la protección de la alta mar y la salud del océano.

Atentamente,
[Su nombre]

15 de septiembre de 2014

Una etica para la sostenibilidad



Hablar de ética siempre es complicado, ya sea aplicada a la sostenibilidad y la arquitectura o a cualquier otro ámbito de la vida. Es un término que, por un lado, da la impresión que siempre se intenta esquivar y, por otro, parece que cuando se usa puede entrar en conflicto con su “prima” la moral y sus posibles connotaciones religiosas. Por ello, quizás sea interesante remitirnos a la propia etimología de la palabra y desde ahí ver hasta dónde podemos llegar.

A su vez, hablar de sostenibilidad, con cierta conciencia de lo que se habla, es cada día más difícil. El término ha sido tan usado bajo directrices puramente mediáticas que, prácticamente, se ha vaciado de contenido. Por otro lado, quienes todavía queremos seguir dotándole de contenido, en realidad, no terminamos de ponernos de acuerdo en qué es (y qué no es) la sostenibilidad. Si, a todo ello, sumamos el concepto de la sostenibilidad aplicada al terreno de la arquitectura y la ciudad, el planteamiento se complejiza todavía más. Aún así, y  a sabiendas de la dificultad que entraña la puesta encima del tablero de todas estás ideas, si os parece, vamos a por ello.

La palabra ética proviene del griego êthos y comúnmente se ha dado por válido que su significado viene a ser “carácter” o “costumbre”. Curiosamente, si buscamos la procedencia de la palabra moral, vemos que nace de la voz latina “moris” y significa “costumbre”. Por lo tanto, desde ahí, el significado de ética y moral vendría a ser el mismo. Sin embargo, si rastreamos un poco más el significado de la palabra ética, podemos observar que anterior a  “carácter o costumbre”, parece ser que la palabra êthos se entendía por nuestra actual “estancia”; por ello, la ética nace en relación directa a la idea de lugar habitado. Y, dicho esto, no podemos dejar de recordar cómo Martin Heidegger nos hablaba del habitar como meta del construir; siendo la aspiración de este construir, en sí mismo, el habitar.

A su vez, el filósofo alemán incidía en la idea de que “los mortales habitan en la medida en que salvan la tierra.” Entendiéndose, evidentemente, que “salvar la tierra no es adueñarse de ella; no es hacerla nuestra súbdita, de donde sólo un paso lleva a la explotación sin límites.” (1)

Por ello, lo que une a la ética y la moral, originalmente, es la idea de estancia, entendida, desde Heidegger, como morada (aufenhalt). Así, la ética es el acto de reflexión sobre el lugar que habitamos o moramos.  Si a esta idea, unimos la acepción de “salvar la tierra”, de cuidar el lugar donde hemos de construir nuestra morada, llegamos a uno de los conceptos claves de la sostenibilidad: poder garantizar con el desarrollo sostenible nuestras necesidades actuales sin comprometer las de las futuras generaciones. (2)

Con todo ello, los mortales, como tales, seguimos unos preceptos morales que se diferencian de la ética en que son particulares de cada uno  y pertenecen a nuestra vida cotidiana. De esta forma, es la ética quien estudia qué es lo moral; las “costumbres” y  comportamientos morales de nosotros “mortales” y “habitantes” de la tierra. De alguna forma, se pudiera decir que la moral está ligada a la subjetividad y la ética a la objetividad. Por ejemplo, los derechos humanos son acuerdos éticos, a los que, tras muchos siglos de penurias, llegó el ser humano (por increíble que parezca, la abolición legal de la esclavitud en  España no llegó hasta 1837); siendo este logro una de las mayores conquistas de la humanidad.  Sin embargo, el dicho de “no hagas a los demás lo que no quieras para ti” entra en relación directa con la moral de cada uno.

Por lo tanto, desde tiempos remotos, han existido una serie de preceptos o códigos de conducta con los que los seres humanos se relacionaban entre ellos y con el planeta; incluso, yendo al extremo, un buen pirata, debía ser valeroso y equitativo en el reparto del botín. Desde  aquí, es fácil llegar a la idea de bien y de mal tan necesaria para que nuestros comportamientos sean justos (Aristóteles ya hablaba de la justicia como única forma de llegar a la felicidad) y acordes al sentido común. Es decir,  la ética sólo puede entenderse como una reflexión sobre la moral, en la que se pregunta el por qué de nuestros actos.

En paralelo a esta primera reflexión, si rebobinamos en el tiempo, podemos llegar hasta un primer acto revolucionario en el que los hombres cambiaron sus comportamientos de manera radical. Estamos hablando del  momento en que hace 10.000 años – segunda etapa de la edad de piedra: el neolítico-,  unos pequeños grupos nómadas, de los no más de ocho millones de habitantes que por aquel entonces habitaban la tierra,  se plantearon hacerse sedentarios. En ese preciso instante (algunos autores hablan de revolución neolítica), estas tribus tomaron conciencia de la idea de futuro; ya no se trataba de vivir sólo pensando en la caza que se podría conseguir en un mismo día, sino que se comenzó a pensar en cómo se podían alimentar (principalmente, a base de cereales) durante los próximos meses. Con todo ello, surgieron los primeros cuidados de la tierra y, para garantizar la buena siembra y posterior recolecta, estudios sobre astronomía básica.  A su vez, todo ello, les llevó a asentarse en  lugares elevados y de difícil acceso (como estrategias de defensa), pero que, igualmente, les permitieran tener buenas cosechas y domesticar animales.

De esta forma, vemos que ese cuidado de la tierra, como estancia habitada, al que se refiere la más antigua etimología de la palabra ética, contextualizada en momento de toma de conciencia por el futuro, se convierten en la semilla del tema que hoy tenemos entre manos.
Si, por un momento, nos olvidamos de la ética, nada impediría al ser humano pensar en agotar todos lo recursos, contaminar sin control y dejar tantos residuos como fueran necesarios para garantizar nuestras aspiraciones de bienestar.  Si a esto sumamos que, desde que se produjo la revolución industrial nos hemos convertido en grandes devoradores de estos recursos y el nivel de vida al que aspiramos hace que seamos un auténtico peligro para el planeta, seguramente se produciría una huella ecológica de tal magnitud que nuestros nietos no recibirán un legado. Por lo tanto, el big bang del concepto de la  sostenibilidad no es otro que la ética y es ésta quien debe regir los planteamientos de cualquier intervención sostenible.

(1) MARTIN HEIDEGGER, Construir, habitar, pensar
(2) INFORME BRUNDTLAND. Informe socio-económico elaborado por distintas naciones en 1987 para la ONU, por una comisión encabezada por la doctora Gro Harlem Brundtland.
    Autores del texto: Agnieszka Stepien y Lorenzo Barnó (Stepienybarno).
Fuente: