El mayor fallo de la gestión es que ni los pescadores ni los gestores poseen los conocimientos necesarios para dirigir algo tan complejo como un ecosistema marino costero. El derecho a pescar no se debería basar en si uno dispone del dinero suficiente para comprarse un barco, sino en los conocimientos y la voluntad de trabajar en colaboración con los gestores y los científicos para hacer que la pesca sea sostenible. El derecho a pescar se debería ganar o perder según la voluntad de aceptar unos límites razonables a las capturas.
Paul Greenberg
5 de marzo de 2015
América Latina y el ‘fin del capitalismo’
Por Andrés Oppenheimer
Lo más triste de las
declaraciones del hasta hace poco presidente de Uruguay, José Mujica,
sugiriendo que el capitalismo mundial está agonizando no es que lo haya dicho
en momentos en que la bolsa de Nueva York alcanzaba su récord histórico, sino
el hecho de que se trate de una idea que está siendo repetida constantemente
por varios presidentes latinoamericanos como si se tratara de una verdad
incuestionable.
Casi no pasa un día sin que el
presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, y sus colegas de Argentina, Ecuador,
Bolivia, Nicaragua y otros países no proclamen –algunos más explícitamente que
otros– el “fin del capitalismo”. El ex gobernante cubano Fidel Castro viene
anunciando la inminente muerte del capitalismo desde principios de la década de
1960.
Mujica fue citado por la agencia
de noticias oficial cubana Prensa Latina el 22 de febrero, en una entrevista al
diario mexicano “La Jornada”, en la que decía que el capitalismo “está
agotado”. En rigor, la cita textual de Mujica decía que el capitalismo “parece
haber dado todo de sí” y que “lo lógico es que sea reemplazado por el
socialismo democrático”.
El problema es que, aunque no hay
duda de que el capitalismo tiene sus defectos, muchos presidentes
latinoamericanos están sentados de brazos cruzados esperando su muerte.
Mientras tanto, China, India, Vietnam y varios países asiáticos vienen
creciendo y reduciendo la pobreza a pasos agigantados desde que empezaron a
apostarle al capitalismo en la década de 1980.
Quizá alguien debería regalarle a
varios presidentes latinoamericanos una copia enmarcada de un reciente artículo
sobre el valor de mercado de Apple. Lo deberían colgar en sus despachos
presidenciales, para empezar a entender lo que está pasando en el mundo.
Apple alcanzó un valor récord de
US$710 mil millones el 10 de febrero. Para ponerlo en perspectiva, Apple vale
más que todo el producto bruto interno de Argentina (US$610 mil millones),
Venezuela (US$483 mil millones), Colombia (US$378 mil millones), Chile (US$277
mil millones) o el Perú (US$203 mil millones), según cifras del Banco Mundial.
Los presidentes de Ecuador,
Uruguay y Bolivia deberían ser los primeros en tomar nota. Apple vale siete
veces más que toda la economía de Ecuador (US$94 mil millones), 12 veces más
que la de Uruguay (US$55 mil millones) y 23 veces más que la de Bolivia (US$30
mil millones).
Si estos datos no alcanzan para
convencer a varios presidentes latinoamericanos de que estamos viviendo en un
nuevo mundo, en que los avances tecnológicos se cotizan cada vez más y las
exportaciones de las materias primas latinoamericanas cada vez menos, hay
varios otros ejemplos en las noticias recientes que son igualmente
ilustrativos.
Uber, empresa fundada hace cuatro
años que creó una aplicación para teléfonos inteligentes conectada a un
servicio de taxis particulares, ha alcanzado un valor de mercado de US$41.200
millones. Esto equivale a más que el total de las exportaciones de petróleo
anuales de México.
WhatsApp, la aplicación de
mensajería instantánea para teléfonos inteligentes iniciada por dos jóvenes
veinteañeros años, fue vendida el año pasado por US$19 mil millones. Eso es
casi veinte veces el valor total de las exportaciones de vino de Chile.
Lamentablemente, mientras siguen
esperando el fin del capitalismo, varios países latinoamericanos dependen cada
vez más de sus exportaciones de materias primas y manufacturas básicas, y no invierten
–como los asiáticos– en mejorar la calidad de su educación, la innovación, la
ciencia y la tecnología.
Los países latinoamericanos
invierten solo un 0,8% de su producto bruto en investigación y desarrollo de
nuevos productos, en comparación con el promedio mundial de 2,1%, según datos
del Banco Mundial. Lo que es más triste aún, los países latinoamericanos han
aumentado su dependencia de las materias primas, y reducido sus exportaciones
de productos de alta tecnología.
Según cifras citadas por la directora
de la Comisión Económica de las Naciones Unidas para América Latina (Cepal),
Alicia Bárcena, las exportaciones latinoamericanas de productos de alta
tecnología han disminuido de casi 20% de sus exportaciones totales en el año
2000 a aproximadamente 10% en la actualidad.
Mi opinión: El capitalismo tiene
muchas cosas que pueden y deben mejorarse para hacerlo más ecuánime, pero los
presidentes latinoamericanos deberían dejar de hablar babosadas sobre el
inexorable fin del sistema y ponerse a trabajar –como los países asiáticos–
para ser más competitivos en la economía global que tenemos.
En lugar de hablar boberías sobre
el “fin del capitalismo”, deberían estar hablando sobre la necesidad de mejorar
los niveles educativos y la innovación, para exportar productos cada vez más
sofisticados.
Sus actuales vaticinios sobre el apocalipsis del capitalismo no
hacen más que generar complacencia, pasividad, menor crecimiento y mayor
pobreza.
Fuente
(El Comercio, 04 de Marzo de
2015)