El mayor fallo de la gestión es que ni los pescadores ni los gestores poseen los conocimientos necesarios para dirigir algo tan complejo como un ecosistema marino costero. El derecho a pescar no se debería basar en si uno dispone del dinero suficiente para comprarse un barco, sino en los conocimientos y la voluntad de trabajar en colaboración con los gestores y los científicos para hacer que la pesca sea sostenible. El derecho a pescar se debería ganar o perder según la voluntad de aceptar unos límites razonables a las capturas.
Paul Greenberg
14 de julio de 2017
¿ES LA DEMOCRACIA LA MEJOR FORMA DE GOBIERNO?
¿Es la democracia la mejor forma de gobierno, en
tanto que desde su invención hasta la fecha no resuelve los problemas de la
especie humana?
¿O es que el problema no está en la forma de gobierno,
sino en la naturaleza de los humanos?
Los griegos fueron los inventores de la democracia
y de casi todas las instituciones que hasta hoy funcionan en el mundo
occidental. Grecia y Roma, en especial, son los elementos básicos de nuestra
cultura.
Respecto al poder y a la forma de conducir el
Estado, los griegos tuvieron todas las formas de gobierno. La monarquía (el
gobierno de un solo hombre), la tiranía (un gobierno de facto instalado por la
fuerza), la dictadura ( régimen legal encargado por lo regular a un militar
para el resguardo de la polis mientras dure la amenaza), la gerontocracia ( el
gobierno de los ancianos), la plutocracia (el gobierno de los ricos), la
oligarquía (el gobierno de unos pocos) y la democracia (el gobierno del
pueblo).
Sin embargo, también experimentaron la degradación
de la democracia, en un régimen político que se denominó la “oclocracia” (el
gobierno de la muchedumbre), lo que traducido a lenguaje contemporáneo, sería
algo así como el gobierno de la gente de la calle, o sea, un régimen en el cual
se constata el debilitamiento del liderazgo político, teniendo estos que
recoger las sugerencias del populacho para mantenerse en el poder.
“Etimológicamente, la
democracia es el gobierno del pueblo, y la oclocracia es el gobierno de los
insipientes, o como mejor se le quiera llamar ahora al conjunto de esas muchas
personas que en los asuntos públicos o políticos andan confusos o desordenados de
cabeza, escasos de razón, flojos en la forma de discurrir o débiles en la
capacidad de juicio.
Siendo obvio que ni
el pueblo ni los insipientes han gobernado nunca, ni podrán gobernar jamás,
porque, como diría Rousseau, va contra la naturaleza de las cosas que sean los
más los que gobiernen y los menos los gobernados, lo que con la expresión
``gobierno del pueblo'' se quiere significar es que el gobierno está apoyado,
respaldado y legitimado por el pueblo, de la misma manera que con la expresión
``gobierno de los insipientes'' lo que significa es que es entre éstos, de
manera expresa, entre quienes el gobierno, o los que aspiran a gobernar, buscan
el apoyo, el respaldo o la legitimación”.
“El término
insipiente: se dice de una persona o individuo el falto o carente de
erudición, sabiduría, formación, educación y también la especialidad, rama o
ciencia. Carente de razonamiento o juicio, puede aludir a un insensato o
imprudente. Se puede emplear como sustantivo. Etimología: Este vocablo
etimológicamente viene del latín “insipiens”; formado del prefijo “in”
privación o negación y del latín “săpĭens” que significa sabio, conocedor e
inteligente”
A lo largo de la historia de la humanidad y en
casi todos los países, pasando por diversas formas de institucionalidad en la
conducción de la política, la economía y la administración nacionales, el principal
denominador común que se observa es la corrupción. Otro es la violencia, tanto
desde el Estado como desde la sociedad misma.
Las grandes reformas, los cambios de sistemas de gobierno
y económicos, han nacido de rebeliones violentas, a veces sangrientas y
generalmente originadas por la corrupción, la ambición y la miseria moral de un
puñado de hombres que detentaban el poder de turno o aspiraban a alcanzarlo. Siempre
ha habido grupos de hombres que han manipulado a las mayorías para utilizarlas;
pero también es cierto que las masas se han dejado manipular siempre.
No hay corrupto sin corruptor y no hay gobernante
sin gobernados. Lo curioso es que tal vez exista en la mayoría de humanos, algo
así como una antiquísima tendencia natural a la sumisión y una necesidad
genética de tener líderes. Alguien que piense en lugar de nosotros, nos diga
qué hacer, nos proporcione alimento y seguridad, nos defienda la vida y el
cuerpo, la mujer y el hijo, los enfermos y los débiles contra animales salvajes
y salteadores, es decir contra los enemigos, bien sea reales o inventados.
Pero también hay una minoría de humanos, que por
alguna razón desarrollan capacidades de liderazgo, que convierten en un lindo
negocio este instinto primitivo, que no carece de derechos y pretenden ser los jefes
y conductores de esas mayorías carentes de voluntad o capacidad para
autogobernarse.
Estas dos clases de humanos vienen existiendo
desde los orígenes de la civilización alternando entre los “líderes”, tan solo
las formas de dominación; pero en esencia nada ha cambiado. Para los hambrientos
y los pobres del mundo no existe mucha diferencia entre un rey y un presidente,
en términos reales. ¿La libertad es la diferencia entre un sistema de gobierno
y otro? ¿Cómo puede ser diferente un humano hambriento y pobre con libertad,
que otro sin libertad? La libertad no se come.
Si el problema no se encuentra en la propia
naturaleza humana, en su composición genética, estamos entonces frente a una
situación que muestra que aún no se ha descubierto o instaurado la forma
correcta de gobierno para las sociedades de humanos.
¿O es que somos una
especie ingobernable y sin remedio?
Las soluciones que son necesarias para modificar
el estatus, no deben pasar solamente por tratar de remediar desastres ya
causados, sino por evitar que estos sucedan. No pasan por nuevas elecciones
para tener nuevos gobernantes que repiten las mismas recetas y los mismos
vicios y defectos.
El tema de fondo en un sistema democrático es que
la libertad, que es intrínseca al mismo, crea a una clase política que resulta,
generalmente, incapaz o indigna para dirigirlo. Convierte a la política, a la
economía y al sistema de gobierno, en un botín el cual se adquiere mediante una
guerra por alcanzarlo, que podemos llamar campaña electoral, en la que todo
vale para asegurarse ventajas que resuelvan sus propios problemas y satisfagan
sus propios intereses.
En esta ecuación poco o nada tienen que ver las
poblaciones y las mayorías para quienes supuestamente gobiernan y por quienes
teóricamente pelearon. Los ciudadanos son el carburante, el combustible, los
animales de tiro. No constituyen un fin en sí mismo sino que son el medio para que
los menos obtengan el poder, que generosa y absurdamente lo entregan a quienes
se convertirán en sus amos y explotadores.
Se ha explotado y utilizado a las mayorías mintiéndoles
con planes de gobierno que generalmente se incumplen, a cambio de sus votos que
los convierten en gobernantes legítimos. El idealismo de esos electores siempre
ha sido objeto de burla. Se nos hacen promesas,
en primer lugar para convencernos, después para vivir sometidos, luego
simplemente para vivir. Con las lágrimas
y la desesperación de las mayorías de ciudadanos, han abonado su sed de
triunfo, sus apetencias de poder y su ambición, un puñado de hombres.
El sistema se protege a sí mismo. Un gobernante
incapaz o corrupto; pero democráticamente elegido, no puede ser removido sino
hasta las próximas elecciones, a menos que se quebrante el sistema. Y es que
las autoridades juran servir fielmente al país ante Dios y la Patria, y si no
lo hiciesen así, Dios y la Patria deben
demandárselo. Pero el problema es que ni Dios ni la Patria formulan demanda
alguna ante ninguna Corte.
La democracia degenera, tiende a la oclocracia.
Ocurre, sin embargo, que el hombre no es
susceptible de ser gravado y manejado a capricho, no puede soportarlo todo indefinidamente:
las matanzas, las guerras, los políticos, los burócratas, el deterioro de la
calidad de vida, la corrupción, el liberalismo, el saqueo de sus recursos.
Es entonces cuando una civilización alcanza ese
punto, cuando el hombre escapa a los
políticos, a los gobernantes, a los burócratas, para retornar a la anarquía
original con la esperanza de recomenzar la búsqueda de la sociedad perfecta.
El problema es que si la raíz de todos estos males
está en su propia naturaleza, no hay salida. Es así como, sin o con violencia,
finaliza su existencia una civilización, porque las jerarquías de gobernantes,
de políticos y burócratas abusan demasiado del hombre.
En todo caso nuestra civilización alcanza su punto
crítico. Nuestros mejores pensadores deben inventar una nueva forma de
gobierno, mientras aún sea posible.
Marcos Kisner Bueno