Siempre hay
un olvidado de entre los miembros de una camada. El olvidado no necesariamente
es el más débil, también suele ser el más feo o el más incómodo. Y eso no sólo
aplica a los animales. También puede ocurrir con los conceptos. Esta nota trata
de rescatar de las sombras uno de esos olvidados incómodos: la oclocracia.
Una de las camadas conceptuales más célebres de la antigüedad fue la que
describía las varias formas de gobierno de una sociedad. Son conceptos que
seguimos utilizando hasta hoy. Aristóteles nombró seis: monarquía,
aristocracia, politeia, democracia, oligarquía y tiranía. Platón las había
dividido en pares: monarquía-tiranía, aristocracia-oligarquía, y democracia
buena-democracia mala. El historiador Polibio, dos siglos más tarde, le dio un
nuevo nombre a la “mala democracia” platónica y la convirtió en parte de un
ciclo natural de las formas de gobierno. La “oclocracia” se convirtió en la
degeneración natural de la democracia. Quizá nadie se acuerda de la oclocracia,
porque nos incomoda ponerle nombre o siquiera considerar la inevitabilidad de
la degradación de nuestra democracia. Si no hay peligro en invocar a la
monarquía nombrándola, quizá si lo hay invocando a la oclocracia, al explicitar
su nombre y su posible consecuencia: el despotismo. Aquí los ciclos de gobierno
de Polibio:
La rotación
de las formas de gobierno (seis formas de gobierno y su ciclo natural)
Voy a
ilustrar la verdad de lo que digo. No podemos sostener que cada forma absoluta
de gobierno constituye una monarquía, sino sólo aquella que es aceptada
voluntariamente, y es conducida apelando a la razón y no al miedo y a la
fuerza. Así, tampoco todas las oligarquías se pueden considerar como
aristocracias; ésta última sólo existe donde el poder está en manos de los
hombres más justo y más sabios, seleccionados por sus méritos. De la misma
forma, no es suficiente con constituir una democracia que asegurar que todos
los ciudadanos tengan el derecho de hacer lo que deseen o lo que propongan. No
obstante, ahí donde la reverencia a los dioses, socorro a los padres, respeto a
los ancianos, obediencia a la ley sean tradicionales y habituales, en esas comunidades,
si la voluntad de la mayoría prevalece, entonces se puede decir de esa forma de
gobierno como una democracia.
Así pues,
podemos enumerar seis formas de gobierno, -los tres comunmente citados que
acabo de mencionar [monarquía, aristocracia, democracia] y otras tres formas
derivadas: me refiero al despotismo, la oligarquía y la oclocracia.
La primera
de estas formas [despotismo] surge sin ayuda artificial y en el orden natural
de las cosas. Junto y derivada de ésta con ayuda del arte y del ajuste, viene
la monarquía; la cual, a su vez, degenerándose a su malvada versión asociada,
me refiero a la tiranía, ambas son destruídas y se produce en cambio la
aristocracia. Una vez más, ésta última suele pervertirse naturalmente y adoptar
la forma de la oligarquía; así la gente, vengando apasionadamente los actos
injustos de sus gobernantes, hace que la democracia comience a existir. Sin
embargo, a su vez, debido a la violencia y desprecio por la ley se convierte en
el gobierno de las muchedumbres. No hay una prueba de verdad más sólida para lo
que digo que la observación cuidadosa del origen natural, génesis y decadencia
de las varias formas de gobierno. Por que estudiando y distinguiendo cómo cada
una de ellas se produce puede también dar una visión distintiva de su
crecimiento, auge y decadencia; así como el tiempo, circunstancia y lugar donde
cada una de estas pueda volver a ocurrir. Este método, asumo, es especialmente
útil para la constitución Romana, porque sus orígenes y desarrollo han seguido
desde el principio causas naturales.
Aquí una
visualización de su teoría de la anacyclosis:
Polibio la
pensaba como una especie de tiranía de las mayorías incultas que echaban mano a
un uso indebido de la fuerza. La ilegalidad y la violencia acompañada de
multitudes movilizadas era visto como un momento de oclocracia. James
Mackintosh en su defensa sobre la revolución francesa (Vindiciae
Gallicae) la define bien como la dominación de un populacho corrupto
y tumultuoso (no la dominación del pueblo):
No basta con
que el “populacho” domine, la oclocracia también suele asociarse con un estilo
particular de gobernar relacionado con las “necesidades” de la muchedumbre: se
comunica de forma no racional, apelando a sentimientos, utilizando el miedo y
el nacionalismo y, en general, el circo, el linchamiento y la dádiva o el favor
como formas de ejercer justicia y repartir bienes. En el mundo de las
categorías clásicas, la oclocracia carece de algunas de las virtudes de la
democracia, la oclocracia es su forma degradada porque peca de tres maneras
particulares: es desorganizada, irracional y corrupta (beneficia a la
muchedumbre sobre la colectividad).
El aparente
anacronismo de esta categoría no necesariamente tiene que ver con su lejanía
histórica (la monarquía como término aún sigue siendo popular); más bien quizá
tenga que ver con el trágico y terrible hecho de que nuestros sistemas
políticos son oclocracias en realidad, no democracias. Los tipos impuros (los
degradados) suelen ser más reales que los puros (¿por qué no nos molesta
describir una aristocracia como oligárquica o a algunas monarquías árabes como
tiránicas?). Pareciese que hoy los demagogos oclócratas nos han convencido a
las multitudes que lo nuestro es puro y se llama democracia y nada más; cuando
lo cierto es que el populacho al que pertenecemos está siendo víctima de la
demagogia y de un típico y triste caso de borreguismo multitudinario o, como se
dice más formalmente, de “conformidad grupal”.
Si quiere
ser parte de un experimento liberador, mientras mira el siguiente video por
favor sustituya los números por las palabras democracia y oclocracia. Buena
suerte.
http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=nWfPaMJEg-M
http://registropersonal.nexos.com.mx/?p=1577