El mayor fallo de la gestión es que ni los pescadores ni los gestores poseen los conocimientos necesarios para dirigir algo tan complejo como un ecosistema marino costero. El derecho a pescar no se debería basar en si uno dispone del dinero suficiente para comprarse un barco, sino en los conocimientos y la voluntad de trabajar en colaboración con los gestores y los científicos para hacer que la pesca sea sostenible. El derecho a pescar se debería ganar o perder según la voluntad de aceptar unos límites razonables a las capturas.

Paul Greenberg

4 de marzo de 2016

El saqueo de los recursos naturales del Perú

La República del Perú es una continuación de la administración colonial establecida por España en el territorio que actualmente se denomina Perú (que originalmente era una unidad que abarcaba a varios otros países). Fue arrebatado a sus legítimos propietarios y habitantes originarios a través de una feroz guerra de conquista, seguida de una destrucción sistemática de su cultura y su forma de vida. La Biblia y la Inquisición fueron el arma ideológica del asalto; la espada, el caballo y el cañón fueron las armas de destrucción masiva; el crucifijo fue el instrumento que corrompió el alma del indio; y las enfermedades de los europeos un arma biológica casual; pero arma al fin. “Primero, fueron derrotados por la desproporción de recursos, la sorpresa y la confusión. Luego, fueron privados de su cultura y creencias, sometidos al trabajo esclavo y finalmente, las enfermedades importadas por los europeos encontraron a sus organismos sin anticuerpos para resistir los virus y bacterias” (Bernardo Veksler).

Sin embargo, la destrucción del cuerpo y del alma de los aborígenes efectuada por la corona española, con la complicidad y apoyo de la Iglesia Católica, no tuvo el éxito total esperado, dado que al 2016 todavía existen cerca de 4 millones de indígenas de las razas que existían en este territorio antes de la conquista y del saqueo.

Debe sumarse la cifra de las poblaciones amazónicas que no pertenecían al Incanato y de las cuales aún existen poblaciones no contactadas. El actual Perú es un territorio delimitado artificialmente por los conquistadores y libertadores que engloba al antiguo Tawantinsuyu y a parte de la Amazonía.
“La sociedad capitalista se concibió a partir de la sangre, la esclavitud y el saqueo impulsado por las potencias europeas de la época”. (Bernardo Veksler)
El conquistador europeo se estableció en este territorio, lo colonizó, lo saqueó y lo gobernó durante más de 300 años. Durante ese periodo exportó enormes cantidades de oro, plata, minerales y productos agrícolas, que seguramente dieron cifras importantes de exportación y crecimiento del PBI, de las cuales nuestros economistas podrían estar orgullosos. Entonces, al igual que ahora, ese crecimiento económico no generó desarrollo humano ni bienestar social a la población originaria. Favoreció el crecimiento de Europa y generó la aparición de nuevos ricos en el nuevo y en el viejo Mundo.

Esos nuevos ricos fueron españoles o europeos, con capacidad y poder para establecerse en las tierras nuevas y de apropiarse de ellas a través de múltiples mecanismos conocidos y relatados por los historiadores. Sus descendientes se volvieron criollos, nacieron en este territorio; pero mantuvieron sus vínculos con el Viejo Mundo y sus costumbres, esquema que se repitió incluso con aquellos que se mezclaron con los aborígenes produciéndose un mestizaje racial; pero no cultural. No hay mejor ejemplo que Garcilaso de la Vega, quien en sus obras traiciona a su raza al no escatimar argumentos para justificar la conquista y destrucción de las antiguas costumbres de su propia herencia por parte de su madre, la ñusta inca Isabel Chimpu Ocllo, nieta del Inca Túpac Yupanqui y sobrina del Inca Huayna Cápac.

Las tierras y riquezas acumuladas durante siglos, se originan como botín de guerra, definitivamente inmoral. Pese a que la historia la escriben los vencedores, que producen una deformación de la realidad, no  pueden ocultar el hecho de que la República solo fue un tránsito del Virreynato a un nuevo modelo político, con los mismos actores. La clase dominante colonial es la misma clase dominante republicana, que tan solo cambia de amo, como evidencia el clásico ejemplo de Hipólito Unanue que sirve a cuanto amo se le apareció con tal de conservar su estatus. Los aborígenes no participan en el proceso de las guerras de la independencia, salvo como soldados reclutados para las filas de los ejércitos libertadores, entusiasmados por promesas que nunca fueron cumplidas. Las guerras de independencia solamente cambiaron un poder político por otro; pero no representaron nada efectivo para las poblaciones aborígenes.

La cultura de esos pueblos fue ferozmente perseguida durante la República, una de cuyas muestras es la destrucción de la Confederación Perú Boliviana por una banda de bandoleros chileno peruanos que lograron desarticularla. La Confederación pudo reunificar a los pueblos de esta parte del continente; pero fue impedida por Chile. El máximo héroe del triunfo chileno, en su feroz persecución contra los pueblos aborígenes, no encontró mayor dificultad en encontrar aliados peruanos como el propio Ramón Castilla, quien no dudó en combatir contra su patria, el Perú, con tal de destruir cualquier posibilidad de resurgimiento de las razas aborígenes.
La explotación de la tierra y de las minas siguió generando riquezas para un grupo económico que nunca tuvo la intención de compensar a los pueblos originarios. Es más, a la explotación de sus riquezas naturales tradicionales como fueron los productos de la agricultura y de las minas, se agregó en el tiempo, la explotación de sus árboles y de sus productos del mar, ríos y lagos.

De acuerdo con las cifras del Censo de Población y Vivienda 2007 del INEI, la población indígena en el Perú asciende a más de cuatro millones de habitantes. Además, indican que la población indígena de la Amazonía fue de 332 mil 975 habitantes. Alrededor del 15% de la población del país, sigue siendo marginada del desarrollo humano y social porque el modelo que endiosa el crecimiento del PBI no funciona para ellos. Las conciencias de las clases dominantes se aligeran cuando establecen limosnas para esa población a través de “programas sociales”, los cuales generalmente reciben críticas de esa derecha que no admite compartir su riqueza mal habida.

La derecha peruana está representada por los descendientes de los conquistadores y de los encomenderos, que fueron quienes centralizaron el poder y fueron los protagonistas y gestores de los principales nexos de comercio e inversión en Perú luego de la proclamación de la independencia.

Derecha, oligarquía, poder oculto o como quiera llamársele, el hecho es que existe una clase dominante en el país que no tiene legitimidad ni liderazgo. Solo posee capacidad de manipulación a través del lobby y el poder que le concede su riqueza, viniese de donde viniese.

La oligarquía peruana,  la derecha,  la clase dominante, o como quiera llamársele, tiene cuatro etapas:

De la consolidación de la conquista y establecimiento de la administración colonial a través de virreyes, hasta la declaración de independencia en 1821.
De 1821 a 1930, época en la cual ejerce el poder político de manera directa, a través  de partidos políticos y el poder económico.
De 1930 a 1968,  durante el cual mantiene el poder económico, pero ejerce el poder político indirectamente, a través de caudillos civiles y/o militares. 
De 1968 a la fecha, durante el cual se empieza a reciclar y cambiar de formas y estructuras, cambiando el concepto de oligarquía por el de poder fáctico apoyado por la globalización, las grandes transnacionales y el nuevo modelo liberal dirigido por la más grande economía capitalista del mundo.

Han cambiado las formas y procedimientos; pero el origen de las fortunas sigue siendo el mismo. Los que hoy detentan el poder económico heredaron su riqueza de los saqueadores de América. Probablemente se incorporan nuevos actores y desaparecen antiguos; pero el principio y el origen siguen vigentes: las riquezas de este país pertenecen a una comunidad que aún vive y que no pudo ser erradicada por más esfuerzos que se hicieron.

El siguiente es un somero resumen de las percepciones del profesor François Bourricaud en su obra  “Poder y Sociedad en el Perú Contemporáneo”:

 “Uno de los principios de la vida política peruana de entonces  era la exclusión  de la población originaria, de los analfabetos y de las mujeres. El régimen gubernamental es uno oligárquico que representaba como máximo  a la plutocracia de Lima, Arequipa y Trujillo,  en alianza con caudillos militares provenientes de las clases bajas y que tenía como referencia suficiente el humor político de los electores de las tres mencionadas ciudades. Otro de los principios de esta sociedad es la designación de los personajes políticos por un pequeño grupo, en función de sus intereses, mediante procedimientos oscuros y componendas bajo mesa que los electores solo refrendaban como hechos consumados.

De este modo, el estado  es un instrumento para el provecho propio e intereses egoístas de la oligarquía  y de represión contra los demás componentes de la sociedad. El poder de la oligarquía  procede de su capacidad de captar para sí la mayor parte de la riqueza generada por las fuerzas productivas del país  en desmedro de la colectividad. Se debe, también, a su eficiencia para legitimar esa captación de recursos como lo mejor para el progreso del país.

El periodo bajo estudio tiene dos aspectos: uno positivo, de auge económico con base en la exportación como materia prima de algodón, azúcar, minerales metálicos y harina de pescado, y otro negativo, de amenazas crecientes provocadas por el aumento incesante de la población que genera los problemas de la migración del campo a la ciudad y el consiguiente abandono de los centros de producción de economía de subsistencia de la Sierra, fuentes de explotación y de mayor pobreza.

El estado y la oligarquía  enfrentan nuevas demandas sociales por mayores servicios de infraestructura básica, y exigencias perentorias de cambios políticos radicales que ni el uno ni la otra son capaces de comprender y menos atender, debido a su incapacidad de adaptación  y a la poca autorregulación del sistema político imperante. No obstante y a pesar de la violencia del tema agrario y su consiguiente represión policial, en el período bajo análisis no se produjo la explosión o estallido social pregonado por los intelectuales catastróficos o apocalípticos de entonces”
“Bourricaud no advirtió que si bien el Perú a mitad del siglo XX era un Estado, no era una Nación. Tampoco lo es hoy. 

En esa entonces, era con mayor nitidez aquella “promesa” a la que aludió Jorge Basadre, aquél  exceso semántico al que después se refirió Pablo Macera; en fin, un proyecto de país en construcción, sin ningún factor real de cohesión social.  Ese era el resultado de una independencia no querida por los propios españoles peruanos – a pesar de que siendo aristócratas en el orden social de la ocupación, eran en los hechos “ciudadanos de segunda”. La emancipación tampoco fue deseada por los mestizos y fue rechazada hasta por los esquilmados “pueblos originarios” cuyos representantes eran tan realistas como el propio virrey.

La caída del poderoso Virreinato del Perú fue, qué duda cabe, producto del esfuerzo de los ejércitos del Sur y del Norte de América Latina y de todo el andamiaje de intereses planetarios que actuaron como vientos de fronda, comandados por libertadores criollos que lucharon por los intereses de su clase, de su clan o tribu.

Esto determinó que en el Perú, al irse los colonialistas y los  libertadores, el ejercicio del poder se trasladara, sin gran  sacrificio de por medio, a la clase criolla nacional y en pequeña parte a los mestizos blancos, a partir de  los cuales se estructuró la oligarquía aristocrática. Esta, por supuesto, excluyó totalmente de todas las formas de acceso y ejercicio  del poder a los  pueblos originarios, despectivamente llamados  “indios”, a las mujeres  y a los negros, quienes prosiguieron sumidos en inexistencia civil, la explotación, la pobreza, la exclusión total. 

Bourricaud, tampoco consideró bajo ningún punto de vista la supervivencia de los pueblos nativos, la prevalencia de sus culturas, de sus idiomas, de sus visiones cosmogónicas  ancestrales y de sus derechos territoriales en especial de las naciones Quechua, Aymara, Asháninka y Awajun,  a pesar del genocidio al que fueron sometidos durante la ocupación ibérica y, menos aún, tuvo en cuenta sus luchas por su identidad (de Manco Inca a Túpac Amaru I, pasando por  Juan Santos Atahualpa, hasta Túpac Amaru II y Túpac Catari)” 

Tomado de http://paichecitodigital.blogspot.pe/2015/02/sobre-la-oligarquia-peruana-analisis.html )


Este es el marco dentro del cual la administración entrante debería evaluar los aportes de la industria pesquera al estado peruano.

Marcos Kisner Bueno
ABYA YALA, EL VERDADERO NOMBRE DE ESTE CONTINENTE.

Esta denominación es dada al continente americano por el pueblo Kuna, desde antes de la llegada de los europeos. Este pueblo es originario de la serranía del Darien, al norte de Colombia. Y que hoy en día habita la región al sur de Panamá y el norte de Colombia. A los Kuna de la región Colombiana se les conoce como Kuna-Tule.

La cultura kuna sostiene que ha habido cuatro etapas históricas en la tierra, y a cada etapa corresponde un nombre distinto de la tierra conocida mucho después como América: Kualagum Yala, Tagargun Yala, Tinya Yala, Abia Yala. El último nombre significa: territorio salvado, preferido, querido por Paba y Nana, y en sentido extenso también puede significar tierra madura, tierra de sangre”. Así esta tierra se llama “Abia Yala”, que se compone de “Abe”, que quiere decir “sangre”, y “Ala”, que es como un espacio, un territorio, que viene de la Madre Grande.

Es así como hoy en día, diferentes organizaciones, comunidades e instituciones indígenas y representantes de ellas de todo el continente, han adoptado su uso para referirse al territorio continental, en vez del término “América”. Es por esto que el nombre de ABYA YALA es utilizado en sus documentos y declaraciones orales. Como símbolo de identidad y de respeto por la tierra que habitamos.

Enrique Dussel (Dussel, 1993) ya nos había advertido que el denominado "descubrimiento de América" fue, en verdad, el encubrimiento de los pueblos que aquí habitaban. ABYA YALA es, así, el verdadero descubrimiento de América.

En la lengua del pueblo Kuna, ABYA YALA significa "tierra madura", "tierra viva" o "tierra en florecimiento" y es sinónimo de América. El pueblo Kuna es originario de Sierra Nevada, en el norte de Colombia, habitó la región del Golfo de Urabá y las montañas de Darien, y actualmente vive en la costa caribeña de Panamá, en la Comarca de Kuna Yala (San Blas). 

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