El mayor fallo de la gestión es que ni los pescadores ni los gestores poseen los conocimientos necesarios para dirigir algo tan complejo como un ecosistema marino costero. El derecho a pescar no se debería basar en si uno dispone del dinero suficiente para comprarse un barco, sino en los conocimientos y la voluntad de trabajar en colaboración con los gestores y los científicos para hacer que la pesca sea sostenible. El derecho a pescar se debería ganar o perder según la voluntad de aceptar unos límites razonables a las capturas.

Paul Greenberg

17 de febrero de 2012

¿Y yo, qué puedo hacer?

Cuanto más se conocen los complejos mecanismos de un sector de la pesca inserto en una economía globalizada, y las consecuencias ecológicas de nuestros hábitos de consumo de pescado, más fácil resulta desanimarse.
 Aprisionados entre la tentación de ignorar informaciones que nos llevan al desaliento o nos provocan confusión, y el impulso de no comer nunca jamás pescado, nos preguntamos «¿Pero yo, al final, qué es lo que puedo hacer?» 
La campaña Slow Fish nos ofrece la oportunidad de devenir más atentos y curiosos, de descubrir nuevos caminos gastronómicos y participar activamente, cada uno según sus posibilidades, en la protección de los recursos ícticos: cada uno de nosotros, consumidor, restaurador o pescadero, ¡puede cumplir su parte! 
El ejercicio Slow Fish en acción ofrece el sitio para muchas iniciativas virtuosas, que confirman con los hechos que es posible invertir el rumbo.
El pasado nos suministra ejemplos que demuestran nuestro poder: cuando, en los años noventa, los consumidores hicieron oír su voz para gritar STOP a las capturas incidentales de delfines en la pesca del atún, las cosas cambiaron en verdad. Y también después de la campaña Give Swordfish a Break (concede una tregua al pez espada), lanzada en Estados Unidos a finales de los años noventa, se verificó un aumento de las reservas de este escualo. 
 Ciertamente, es indispensable que los cambios se produzcan también, y sobre todo, al nivel de las instituciones políticas. Para eliminar las prácticas peligrosas y nocivas para el ambiente marino y el hombre, es fundamental que existan unas mejores reglamentaciones y, sobre todo, medios eficaces para que éstas sean respetadas.
De cualquier forma, al final de la cadena de producción y transformación corresponde a los individuos, a cada uno de nosotros, jugar un papel importante para encauzar el movimiento de una sociedad que consume a una sociedad que preserva.
 http://www.slowfood.it/slowfish/pagine/esp/pagina.lasso?-id_pg=48