El mayor fallo de la gestión es que ni los pescadores ni los gestores poseen los conocimientos necesarios para dirigir algo tan complejo como un ecosistema marino costero. El derecho a pescar no se debería basar en si uno dispone del dinero suficiente para comprarse un barco, sino en los conocimientos y la voluntad de trabajar en colaboración con los gestores y los científicos para hacer que la pesca sea sostenible. El derecho a pescar se debería ganar o perder según la voluntad de aceptar unos límites razonables a las capturas.

Paul Greenberg

1 de marzo de 2013

Reflexiones en la coyuntura


En algún momento la Sociedad Civil deberá evaluar la realidad de la industria pesquera en relación con el impacto que causa al medio ambiente y al ecosistema, y su real contribución con el país, el empleo y la calidad del empleo que ofrece.

El reconocimiento de la realidad deberá indicarle un rumbo de acciones a seguir para exigir una reforma sustancial en la pesquería del Perú que induzca al gobierno de turno a prestar la atención debida al sector.

El problema no es nuevo de ninguna manera, lo que pasa es que hoy cambió de escala. Es así que las ganancias de la industria han crecido y crecido en medio de una sociedad pesquera de doble moral revestida de un enchape de valores éticos y morales, plenos de pesca responsable,  convencidos de que la transgresión a la ley no es aquella que, por ejemplo, se comete cuando se acepta pescar ejemplares por debajo de las tallas reglamentarias, inventando sofismas conceptuales para engañarse a si mismos.

El día que tengamos claro que sólo las instituciones gremiales legítimamente representativas con un sólido código ético y de principios que expulsen y discriminen a los malos elementos, es la única manera de poner las cosas en su sitio; y que solo por la puerta del respeto a los principios ingresaremos a la senda del desarrollo, seremos una pesquería moralmente aceptable. Mientras tanto, viviremos en una sociedad pesquera relajada en la que ser un funcionario, o un industrial de principios es, casi, estar condenado a ser una especie en extinción, mientras que sacar ventaja y sacavueltear a la ley y a los demás es el paradigma del hombre que va para adelante y que de alguna forma la sociedad civil consiente y auspicia con su silencio cómplice.

El problema pesquero es complejo, pero más que de leyes y de marco normativo, es de  personas, es de principios, es de impunidad, es de promiscuidad, es de políticos irresponsables y/o con iniciativas aisladas porque desconocen la integralidad de los temas sobre los que hablan, es de irrespeto por los derechos ajenos. Por eso  ante acciones que vienen rompiendo esquemas,  se espera con ansias el relevo de la actual administración. ¿Cederá Palacio ante presiones, críticas y el lobby pesquero?

El gobierno, impulsado por la Sociedad Civil, por el estado de salud del ecosistema, o por decisión propia, deberá definir una política de Estado desde Palacio de Gobierno y designar autoridades, a quienes deberá otorgar todo el apoyo del poder constitucional,  para aplicar y actuar sobre el fondo de  una situación de facto que, por donde se le mire, es solamente favorable al empresariado pesquero mas no así para la Nación ni para los trabajadores de la industria.

Más allá de los argumentos técnicos, legales, económicos o sociales que la industria o el Estado puedan esgrimir para justificar las cifras actuales y el estatus vigente, lo cierto es que en el futuro la Nación juzgará y reclamará a las generaciones de hoy la ausencia de ética, moralidad y justicia distributiva en el manejo de recursos naturales que no son propiedad de unos cuantos, sino patrimonio de toda una colectividad nacional. Es posible que el mañana nos brinde un Gobierno que imponga y establezca la  moralidad en la pesquería por encima de las cifras y los argumentos técnico legales, haciendo lo que es impostergable hacer, entre otras cosas, la aplicación de regalías a la extracción de recursos pesqueros, tal como se aplica a la minería.

Las cifras admiten solamente variables numéricas. No incorporan argumentos éticos. Estos provienen de gobiernos fuertes que se sustentan no solo en la voluntad popular, sino también en la moralidad, la ética y la justicia.

Lea la nota completa en la edición de marzo de la Revista Pesca en el siguiente link: